Dado que el espíritu de este blog ha sido, desde siempre, constructivo y, ante la imposibilidad de añadir algo positivo ante todo lo que ha sucedido desde mi última entrada, decidí guardar silencio durante un tiempo. Pero resulta que el viernes, 20 de junio, por motivos familiares, me vi obligado a ir en tren hasta Terrassa para recoger a mis hermanos. Paso a relatarles mi peripecia, regada con unas gotas de ironía y una franca voluntad optimista.
Me presento en la estupenda estación de Renfe de Tarragona faltando 10 minutos para la una de la tarde cuando un guardia de seguridad muy amable me informa que los taquilleros están de huelga y que si quiero comprar el billete, que lo haga en el tren. Sin dudarlo, me subo al siguiente tren que parte rumbo a BCN y un amable revisor me cobra el billete más una recarga de 3 euros por haber tenido que hacerlo él y no haberlo adquirido yo en la ventanilla que estaba cerrada.
Sorprendentemente, llego a la ciudad condal con un retraso más o menos aceptable siempre y cuando utilizemos el concepto de puntualidad que tienen los servicios ferroviarios de los países del centro de África.
Ya en Sants, hago transbordo y me subo al tren con destino a Terrassa que parte con una hora de retraso y con 350-400 personas - me tomo la molestia de contarlas- en el vagón. Como es de suponer, no tengo asiento, así que me coloco en tierra de nadie, en ese 1,5 m2 que hay entre puerta y puerta, y donde puedo gozar de la perfecta visión del sobaco de mi compañero así como de las dificultades de una mujer embarazada para mantenrse en pie. Tras un trayecto sin aire acondicionado y a 37 grados, alcanzamos nuestro destino: Terrassa. En la estación de Terrassa Nord, un señor mayor, por los calores, pierde el equilibrio y se cae a la vía por el hueco que hay entre el vagón del tren y el anden. Por suerte, esa era la última parada del tren y pudimos sacarlo de ahí abajo sin que pasara nada pero asusta pensar en lo que podría haber acontecido en caso de que el tren hubiese seguido su recorrido. Ahorro al lector, por la similitud, los detalles del viaje de vuelta de Terrassa a BCN y de la capital catalana a Tarragona.
Corolario de esta historia: Renfe me insulta. Renfe me trata como un borrego. Renfe se ríe de mi y de todos aquellos que aún creen en la necesidad de usar el transporte público y no seguir emitiendo CO2 de forma indescriminada. Pero Renfe ya no es noticia, Cercanías Catalunya ya no interesa a los periódicos y en consecuencia ya no interesa a los políticos. Al menos tengo la satisfacción de haber visto a la inefable Maleni con cara de sufrimiento ante la huelga de los transportistas, mucho menos dóciles que nosotros, los catalanes.
Propuesta: Invito a cualquier apologeta de la Catalunya optimista a viajar conmigo en Cercanías. El billete corre de mi cuenta.
PD Ante la mala calidad de las películas exhibidas ultimamente he decidido, en señal de protesta, suspender mi sección de crítica hasta que vuelva a ver algo que me guste. Sólo se salva la de Sidney Lumet.
2 comentarios:
desde luego hoy salir de casa es una aventura, lo hagas de la forma que lo hagas.
se te ha olvidado decir que para cumplir tu mision a parte de sufrir todo tipo de peripecias has tardado casi el triple que haciendolo con tu vehiculo.
un saludo y comparto contigo lo malas que son las ultimas peliculas proyectadas en los cines.
Hola Pineli amigo,
Renfe es un cachondeo y cuanto más va más creo que lo mejor que se podría hacer es venderla a pedazitos para sacar una buena pasta e invertir ese dinero en algún sitio que valga la pena. Me quejo, también, del hecho que como ya no aparece en los periódicos, el mal estado de Cercanías haya dejado de interesar al respetable.
Un abrazo y, como siempre, un gusto tenerte por aquí
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